La brújula fue creada para orientar a los navegantes que
atravesaban grandes mares, cuando no existían radares ni otros instrumentos que
les permitieran saber si iban bien encaminados.
Hasta entonces, los navegantes usaban como referencia el
movimiento aparente del sol: sabían que sale por el este y se pone por el
oeste; y que teniendo el este a la izquierda, el sur queda adelante y el norte,
atrás. La brújula siempre marca el punto norte, por lo tanto, con ayuda de la
brújula y de mapas, los marineros ubicaban el lugar hacia el cual querían
viajar.La brújula es un instrumento que facilita la orientación: permite
determinar direcciones horizontales o rumbos, es decir que con su auxilio
podemos tomar la dirección deseada y encaminarnos hacia el norte, hacia el
este, hacia el noroeste...
Para calcular rumbos, la brújula cuenta con una rosa de los
vientos (también conocida como limbo), donde se representan los puntos
cardinales. Además, tiene un imán en forma de aguja que gira sobre un eje y
marca siempre el norte magnético (la aguja imantada es atraída por el campo
magnético del norte magnético, que se localiza relativamente cerca del polo
norte geográfico).
Las primeras brújulas consistían en una simple barrita de
hierro, en contacto con una piedra imán, que giraba sobre un eje e indicaba la
dirección norte. La barrita se introducía dentro de un recipiente con agua,
para que flotara y, al moverse con mayor libertad, la medición fuera más
exacta.
Luego, la barrita se reemplazó por una aguja que podía girar
sobre una rosa de los vientos, marcando el norte.
Más tarde, esta aguja pudo mantenerse en equilibrio y girar
con mayor precisión, aun soportando los movimientos de un barco en el mar.